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Jueves, Noviembre 6, 2025
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Salud sexual y cáncer de mama

El cáncer de mama es una realidad que afecta a miles de mujeres en Chile y el mundo. Sin
embargo, detrás de cada estadística, hay una historia de lucha, esperanza y resiliencia. Como
matrona, he visto de cerca el impacto que esta enfermedad puede tener en la vida de las
mujeres, especialmente en su sexualidad.
De acuerdo con el Ministerio de Salud, en 2020 se diagnosticaron cerca de 4.500 nuevos
casos de cáncer de mama en Chile, y se estima que una de cada ocho mujeres desarrollará
esta enfermedad a lo largo de su vida (MINSAL, Guía de Práctica Clínica para el Cáncer de
Mama, 2020). Si bien los avances en detección precoz y tratamiento han permitido mejorar las
tasas de supervivencia, las consecuencias de estos procesos suelen tener un impacto
significativo en la sexualidad y el bienestar integral de las pacientes.
Algunas de las secuelas potenciales de cada tratamiento es la disfunción sexual. Esta puede
manifestarse en una disminución del deseo sexual, sequedad vaginal, dolor durante las
relaciones o dificultad para alcanzar el orgasmo. Las causas son múltiples y dependen del tipo
de tratamiento recibido. La cirugía mamaria, por ejemplo, puede generar alteraciones en la
sensibilidad debido a daños en terminaciones nerviosas o cambios en la forma y tamaño de
las mamas, afectando la autoimagen corporal y la confianza en la intimidad. La radioterapia,
por su parte, suele provocar fatiga, disminución del deseo y alteraciones cutáneas —como
sequedad o sensibilidad— que interfieren con la comodidad durante la actividad sexual. En
tanto, la quimioterapia puede inducir una menopausia temprana, acompañada de disminución
del deseo sexual y sequedad vaginal, lo que conlleva dolor y malestar en los encuentros
íntimos.
Frente a este panorama, el acompañamiento profesional se vuelve esencial. La matronería en
Chile desempeña un rol clave en la atención integral de las mujeres con cáncer de mama, no
sólo en la prevención y el diagnóstico temprano, sino también en la educación, el
acompañamiento emocional y la recuperación de la función sexual. Las matronas pueden
orientar a las pacientes sobre estrategias de autocuidado, alternativas terapéuticas para
mitigar los efectos secundarios y recursos disponibles para favorecer la reconexión con su
propia corporalidad.
En materia de prevención, es fundamental reforzar la importancia de los controles periódicos y
las mamografías anuales a partir de los 40 años, o antes en mujeres con antecedentes
familiares. La detección temprana continúa siendo la herramienta más efectiva para reducir la
mortalidad y mejorar la calidad de vida de las pacientes. No obstante, la prevención no debe
limitarse al diagnóstico médico: también implica educar sobre los efectos del tratamiento,
promover el diálogo abierto sobre la sexualidad y garantizar una atención humanizada.
El cáncer de mama no debe entenderse únicamente como una patología de alta incidencia,
sino como un desafío de salud pública que requiere estrategias integrales de

acompañamiento. Fortalecer el rol de la matronería dentro del equipo de salud es una tarea
necesaria para avanzar hacia un modelo de atención que reconozca la salud sexual y
emocional como componentes esenciales del bienestar de las mujeres que viven y sobreviven
al cáncer de mama.

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